De Silicon Valley a Córdoba: la revolución humanoide ya empezó, y Argentina no tiene plan

Mientras en California los robots de Figure AI aprenden a doblar ropa y servir comida, en Córdoba una startup local enseña a un humanoide a abrir una válvula de gas. Dos escenas distantes, un mismo punto de inflexión: la era del trabajo compartido con máquinas ha comenzado.

El día en que dos mundos se alinearon

El 9 de octubre de 2025, Figure AI, una compañía con sede en Sunnyvale, presentó el Figure 03, su tercer robot humanoide. Con 1,73 metros de altura y 61 kilos de peso, puede manipular objetos frágiles, navegar pasillos domésticos y aprender tareas nuevas por voz gracias a Helix, un modelo de inteligencia artificial que une visión, lenguaje y acción.

El anuncio fue acompañado por cifras que ilustran el nuevo orden tecnológico: más de US$1.000 millones levantados en una sola ronda de inversión, una valuación récord de US$39.000 millones, y una lista de inversores que incluye a Microsoft, NVIDIA e Intel Capital.

Mientras tanto, a 10.000 kilómetros de distancia, en Córdoba, un grupo de ingenieros argentinos realizaba otro tipo de presentación. En el Parque Empresarial Aeropuerto, la startup Robots for Humanity iniciaba el entrenamiento de su primer robot humanoide —fabricado por la china Unitree Robotics—. Su tarea: desplazarse, abrir una válvula, regresar. Su escenario: un gemelo digital del entorno, creado con NVIDIA Omniverse.

Ambas escenas comparten la misma lógica: el reemplazo progresivo del trabajo físico y cognitivo por sistemas autónomos. Pero mientras en Silicon Valley la robótica se piensa como industria, en Argentina se improvisa como curiosidad.

De los laboratorios del norte a los talleres del sur

El Figure 03 es parte de una generación de humanoides diseñados para convivir con personas. Helix —su cerebro artificial— combina dos niveles de razonamiento: uno “lento”, que planifica; otro “rápido”, que ejecuta movimientos a 200 hercios por segundo. Puede aprender de humanos observando, sin necesidad de ser programado tarea por tarea.

El robot cordobés, en cambio, no aprende por sí mismo. Depende de simulaciones virtuales y de técnicos que guían su accionar a través de una aplicación móvil. Pero el principio es idéntico: reemplazar la fuerza laboral humana allí donde hay peligro, monotonía o costo.

Nuestro trabajo es ayudar a la industria a identificar los puestos para los robots”, explica Alejandro Parise, fundador de Robots for Humanity. La empresa ya tiene su primer cliente —Transportadora Gas del Norte— y mantiene conversaciones con Arcor y Aluar. Su meta: levantar US$1,5 millones en inversión pre-semilla y abrir centros de entrenamiento en México y Estados Unidos.

La frontera del trabajo se mueve

El Foro Económico Mundial calcula que el 50% del PBI global proviene de actividades automatizables, y que más de la mitad de los empleos actuales podrían ser realizados por robots para 2050. China lidera la ola: BYD, su gigante automotriz, ya emplea 500 humanoides en sus plantas. Europa avanza con regulación ética. Estados Unidos compite con inversión y velocidad.

En Argentina, el fenómeno recién empieza a tener nombre. Y llega antes que cualquier política pública. El país no cuenta con una Ley de Inteligencia Artificial, ni con marcos laborales que contemplen la coexistencia entre personas y máquinas. No existen incentivos para producción local de hardware ni programas de reconversión laboral en sectores vulnerables. El resultado es una asimetría estructural: se importa la tecnología del futuro, pero se sigue gestionando con reglas del pasado.

Córdoba como laboratorio

La elección de Córdoba no es casual. Es el núcleo automotriz del país y el lugar donde Renault Argentina —cuna profesional de Parise— comenzó su digitalización. También concentra startups tecnológicas, universidades e infraestructura de investigación.

Sin embargo, la llegada del primer humanoide no se enmarca en ningún plan provincial de innovación. Fue iniciativa privada, impulsada por un pequeño grupo de emprendedores y sostenida por capital propio.

La paradoja es evidente: mientras la provincia exporta ingenieros al mundo, importa robots desde China. El modelo cordobés funciona como espejo del país: capaz de producir talento, incapaz de retenerlo.

El riesgo de la inempleabilidad sin transición

En los países desarrollados, la robotización viene acompañada de políticas de amortiguación: créditos fiscales, reconversión profesional, alfabetización digital.

En Argentina, la discusión pública sobre el trabajo del futuro no existe. Ni sindicatos, ni universidades, ni ministerios están debatiendo cómo convivir con los humanoides que ya están llegando.

Según estimaciones del INDEC, el 60% del empleo urbano argentino es potencialmente automatizable. Eso incluye tareas de logística, manufactura, administración y mantenimiento: justo las que robots como Figure 03 o los de Unitree están diseñados para asumir.

El país podría aprovechar la ola para crear una industria de integración, reparación o software especializado. Pero sin un marco legal ni fiscal, la tecnología reemplazará antes de que pueda ser aprovechada.

Entre la fascinación y la advertencia

Los robots deben asistir a los humanos, no al revés”, señala la Federación Internacional de Robótica. El mensaje es ético, pero también económico. Porque si el futuro del trabajo será compartido entre humanos y máquinas, la pregunta clave es en qué condiciones.

El Figure 03 se carga por inducción, responde por voz y aprende de su entorno. El robot de Córdoba se conecta por wifi y repite lo que se le enseña. Ambos son expresiones distintas del mismo cambio: una redefinición de lo que significa trabajar.

En ese contraste está contenida la historia completa: el norte diseña el algoritmo, el sur entrena al robot.

El silencio argentino ante la revolución más profunda

La política argentina mira el fenómeno desde lejos, distraída en su crisis permanente. No hay debate legislativo sobre IA, ni un programa educativo que anticipe el desplazamiento laboral. Ni siquiera existe una agencia que mida el impacto de la automatización.

El riesgo no es tecnológico: es institucional. Porque los robots no llegan de golpe: se instalan sin ruido, tarea por tarea, planta por planta.

Y cuando el país quiera reaccionar, tal vez ya no haya margen para discutir si eran una amenaza o una oportunidad.

Nota Final

El humanoide de Figure AI dobla una prenda, la deja sobre una mesa y espera instrucciones. El de Córdoba gira su cabeza metálica, como si buscara algo en la habitación.

En ambos casos, el gesto parece el mismo: una máquina intentando entender a los humanos. La diferencia es que en Silicon Valley alguien ya escribió el futuro que quiere. En Argentina, todavía nadie decidió qué hacer con él.

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