En diciembre de 2023, la economía argentina se asomaba al abismo. Tras la devaluación inicial de Javier Milei, el índice de precios del INDEC marcó un 25,5% mensual, la inflación más alta desde la crisis del 2001. Dos años después, ese número parece pertenecer a otra era: el IPC de septiembre de 2025 registró 2,1%, con un 22% acumulado en el año y una interanual del 31,8%, la más baja en siete años.
La magnitud del cambio impresiona, pero también interroga. ¿Se trata de una consolidación real o de un respiro transitorio sostenido por el ajuste fiscal y la contracción del consumo?
La administración Milei aplicó una “terapia de shock” inédita: eliminación de subsidios, liberalización de precios, ancla monetaria estricta y congelamiento del gasto público. En paralelo, redujo a cero la emisión del Banco Central y adoptó un crawling peg del 2% mensual para moderar la volatilidad cambiaria.
El resultado inmediato fue una contracción profunda: el PIB cayó 3,9% en 2024, el salario real perdió casi 12 puntos, y la pobreza trepó al 52,9% en el primer semestre de ese año. A medida que los precios se estabilizaron, el índice social comenzó a revertirse: 31,6% en el primer semestre de 2025, según INDEC.
Sin embargo, el Observatorio de la Deuda Social (UCA) estima una pobreza cercana al 36%, advirtiendo que la medición oficial “sobrerrepresenta la mejora” por subestimar los costos de las canastas básicas.
La inflación, número por número
Entre enero y septiembre de 2025, el IPC mostró una secuencia de descensos sostenidos con leves fluctuaciones:
Enero: 2,2% – Febrero: 2,4% – Marzo: 3,7% (impacto educación y transporte) – Mayo: 1,5% (mínimo del ciclo) – Julio y agosto: 1,9% – Septiembre: 2,1%.
Por componentes: regulados +2,6%, estacionales +2,2%, núcleo 1,9%.
Los bienes se encarecieron 2%, los servicios 2,3%.
En paralelo, el Banco Central logró estabilizar la brecha cambiaria y recomponer reservas, aunque a costa de tasas reales positivas que frenan el crédito y agravan la recesión.
El espejo de la historia
La historia inflacionaria argentina entre 2003 y 2025 muestra tres etapas bien definidas: estabilidad baja, aceleración crónica y desinflación abrupta.
| Presidente | Período | Promedio Anual (%) | Pico Máximo (%) |
|---|---|---|---|
| N. Kirchner | 2003–2007 | 8,1 | 12,3 |
| C. F. de Kirchner | 2008–2015 | 13,5 (oficial) / ~25 (alternativas) | 26,9 |
| M. Macri | 2016–2019 | 41,7 | 53,8 |
| A. Fernández | 2020–2023 | 98,3 | 211,4 |
| J. Milei | 2024–2025* | 73,8 (parcial) | 117,8 |
*2025 proyectado 29,8% (REM – BCRA, octubre 2025).
Durante la etapa Kirchnerista (2003–2015), la inflación se mantuvo en niveles moderados, aunque las estadísticas del INDEC fueron objeto de manipulación.
Con Macri (2016–2019) se intentó un “gradualismo” que fracasó: el promedio trepó a 41,7% y cerró con una corrida cambiaria.
Alberto Fernández (2020–2023) enfrentó pandemia, emisión y subsidios: el promedio llegó a 98,3%, con un cierre de 211,4% en 2023, el más alto en tres décadas.
Finalmente, Javier Milei (2024–2025) implementó un ajuste de magnitud histórica: 117,8% en 2024 y 29–30% proyectado para 2025, la caída más veloz registrada desde el retorno democrático.
El costo oculto de la estabilidad
El Gobierno celebra el superávit primario como emblema del éxito, pero el equilibrio contable esconde tensiones estructurales: consumo en mínimos, desempleo del 8,5%, y un sector privado que pospone inversiones ante la contracción de la demanda.
El discurso oficial se apoya en la promesa de “dolarizar por etapas” y atraer capitales vía confianza macro.
Sin embargo, el Banco Mundial y JP Morgan advierten que la Argentina podría caer en una “meseta deflacionaria” si la recuperación no llega en 2026.
“El problema no es bajar la inflación —es sostener la baja sin destruir la economía real”, resume un economista del IAE.
El espejo social
El impacto sobre los hogares fue inmediato.
El consumo minorista cayó 4,1% interanual en septiembre (CAME).
Aunque la inflación baja alivia el bolsillo, los ingresos no acompañan.
En sectores populares, la estabilidad convive con endeudamiento familiar, falta de crédito y pérdida de servicios tras la quita de subsidios.
Aun así, el Gobierno exhibe logros: riesgo país cercano a 500 puntos, inflación núcleo contenida y un superávit fiscal inédito en más de una década.
Entre el alivio y la desconfianza
El descenso inflacionario se transformó en la carta política más fuerte de Milei.
Su narrativa de “aniquilar la inflación” encuentra sustento en los datos oficiales.
Pero la historia argentina recuerda que la estabilidad nominal no garantiza bienestar duradero: Macri también bajó la inflación en 2017 antes del rebrote de 2018.
Hoy, sin embargo, los fundamentos son distintos.
El equilibrio fiscal existe, las cuentas externas se ordenan y los precios siguen una lógica que el país no conocía desde hace años.
Después de dos décadas de vaivenes, la Argentina parece haber encontrado una brújula.
Falta saber si será capaz de seguirla.