Un informe de JP Morgan Chase analiza cómo la inteligencia artificial está reconfigurando las alianzas globales, la economía y la defensa. Estados Unidos y China marcan el pulso de una competencia que, según el estudio, podría redefinir el orden mundial como lo hizo la energía nuclear en el siglo pasado.
El siglo XXI podría quedar marcado por una nueva forma de poder: el dominio algorítmico.
El informe The Geopolitics of AI: Decoding the New Global Operating System, publicado en octubre de 2025 por el Centro de Geopolítica de JP Morgan Chase, advierte que la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en el motor de la competencia global, impulsando no solo economías sino también tensiones políticas, estrategias militares y nuevas brechas sociales.
El estudio, dirigido por Derek Chollet, exasesor de Antony Blinken y Lloyd Austin, revela que la IA ya impulsa el 80 % del crecimiento de las ganancias en acciones tecnológicas y el 90 % del gasto de capital en los Estados Unidos desde el lanzamiento de ChatGPT en 2022. Detrás de esas cifras, sostiene el documento, se esconde una lucha silenciosa por el control del nuevo “sistema operativo” del mundo.
Estados Unidos y China: la bipolaridad tecnológica
Según JP Morgan, el planeta avanza hacia un modelo bipolar dominado por EE. UU. y China.
Mientras Washington fomenta alianzas público-privadas —como su participación en Intel y las licencias condicionadas a Nvidia—, Pekín concentra su poder en la autosuficiencia estatal, con un fondo de más de 100 mil millones de dólares en semiconductores y modelos de IA abiertos de bajo costo, veinte veces más baratos que los estadounidenses.
Esa diferencia de precios convierte a China en proveedor preferido del Sur Global, especialmente en África y América Latina, donde el acceso a infraestructura digital sigue siendo limitado. Sin embargo, los modelos chinos aún muestran brechas de calidad y seguridad, algo que el informe asocia a “una velocidad de expansión mayor que la capacidad de control”.
El resultado, advierte el texto, podría ser una “fractura tecnológica global”, donde cada bloque defina sus propios estándares, dificultando la interoperabilidad de sistemas y la gobernanza ética de la IA.
Europa y Oriente Medio: soberanía digital y poder energético
En Europa, el AI Act busca reducir la dependencia de tecnología extranjera con sanciones que pueden alcanzar el 7 % del volumen global de ventas. Francia y Alemania impulsan una “soberanía digital europea”, mientras el Reino Unido promueve el Technology Prosperity Deal con Washington.
Aun así, la región enfrenta críticas por un exceso de regulación que podría ralentizar la innovación frente a China y EE. UU.
En Oriente Medio, en cambio, la estrategia es distinta: convertirse en el corazón energético de la inteligencia artificial. Fondos soberanos como el PIF saudí (77 mil millones USD) y Mubadala invierten en data centers, chips y alianzas con Amazon, Google y NVIDIA. Arabia Saudita incluso proyecta que para 2031 la IA represente el 40 % de su PIB, diversificando su dependencia del petróleo.
La IA y el riesgo de un populismo tecnológico
Más allá de la competencia entre potencias, JP Morgan identifica una consecuencia inquietante: el impacto laboral y social.
La automatización podría desplazar 12 millones de empleos en los próximos cinco años, alterando el tejido político y avivando nuevas olas de populismo.
“Las democracias enfrentarán presiones para proteger a los trabajadores desplazados, mientras las autocracias capitalizan la eficiencia de la IA”, sostiene el informe.
Esa tensión ya se refleja en las huelgas de Hollywood, en los puertos de Rotterdam y en los reclamos sindicales de Amazon, todos ejemplos de sectores donde la inteligencia artificial está transformando el valor del trabajo humano.
Defensa, ciberseguridad y el nuevo campo de batalla
El documento dedica un apartado al rol militar: la IA está cambiando la velocidad de las decisiones en el campo de batalla. Desde enjambres de drones autónomos hasta sistemas predictivos de defensa, las potencias buscan ventajas decisivas.
“Las fuerzas que integren IA más rápido tendrán superioridad táctica, pero también asumirán mayores dilemas éticos”, alerta JP Morgan.
El riesgo no es solo bélico. La IA también potencia la guerra informativa y el espionaje cibernético, creando una capa invisible de conflicto continuo donde los límites entre paz y hostilidad se diluyen. “No hay vuelta atrás”, resume el informe. “Los algoritmos ya son actores geopolíticos”.
La batalla regulatoria: quién escribe las reglas
El estudio registra más de 100 regulaciones estatales sobre IA en EE. UU., la aprobación del AI Act europeo y el intento de Naciones Unidas de articular un panel de expertos global.
Para Emmanuel Macron, “la capacidad para regular algoritmos decidirá el futuro de nuestras democracias”. Sin embargo, la carrera regulatoria avanza más lento que la innovación: los países del Sur Global, donde los marcos éticos son difusos, podrían quedar expuestos a tecnologías sin supervisión ni responsabilidad.
Un futuro incierto: prosperidad o fragmentación
El informe concluye con dos posibles escenarios.
Uno optimista, donde la cooperación internacional logre establecer una “zona de IA confiable”, con estándares comunes y respeto por los derechos humanos.
Y otro pesimista, donde la tecnología se convierta en un nuevo instrumento de desigualdad, manipulación política y control social.
“La IA es geopolíticamente significativa como nada desde la era nuclear”, afirma Chollet, llamando a construir foros inclusivos que integren las voces del Sur Global.
Porque si la IA es el nuevo poder, el verdadero desafío será decidir quién la gobierna, con qué valores y en beneficio de quién.
Epílogo:
En el fondo, la nueva guerra fría no enfrenta a naciones, sino a modelos de humanidad. Entre la promesa de un progreso sin límites y el riesgo de un futuro gobernado por máquinas, el dilema ya no es tecnológico, sino moral. Los algoritmos han tomado el tablero; ahora, el turno es nuestro.