Durante una emisión en Radio Vibra, el intendente Marcos Torres fue quien introdujo por primera vez la idea de que Lucía Allende estaría detrás de este medio. Grassino y Rametta amplificaron esa insinuación con descalificaciones a la oposición y al periodismo digital, marcando un nuevo episodio de tensión entre el poder y las voces críticas.
El miércoles por la mañana, el intendente Marcos Torres Lima fue invitado a Radio Vibra, junto al conductor Edgardo Rametta y el coconductor Hugo Grassino. Lo que parecía una charla distendida se convirtió en un episodio que reveló mucho más: un intento coordinado de deslegitimar a la oposición, desacreditar al periodismo crítico y reforzar una narrativa única.
Entre comentarios, gestos cómplices y frases ambiguas, se instaló una acusación: que la concejal Lucía Allende estaría detrás de este medio. Fue el propio intendente quien lo sugirió: “Creo que tiene un medio también…”, seguido por “O armó un medio, igual está bien. Es algo legítimo”. Lo que comenzó como una insinuación informal activó un mecanismo de ataque y descalificación que el intendente no detuvo.
Grassino fue aún más directo. Afirmó que Allende “está siempre enojada” y que su forma de actuar es “oponer por oponerse”. Luego sentenció: “Si ella está detrás de este medio, sería un error garrafal que podría costarle su proyecto político”. Fue el propio intendente quien, al alabar la infraestructura de Radio Vibra, deslizó la comparación: “Ustedes vienen todas las mañanas, hacen una producción de trabajo, tienen inversión, equipos, gente que cubre noticias… pero cualquiera puede abrir una página”. Rametta reforzó la idea con un simple: “Exactamente”.
Esa frase sintetizó el eje de la operación discursiva: restringir la idea de medio a un modelo tradicional —estudio, antena, pauta, edificio— y excluir todo lo que incomoda desde lo digital. Se descalificó lo nuevo, lo alternativo, lo incómodo.
¿Quién decide qué es un medio legítimo? ¿El Estado? ¿Un micrófono? ¿Un intendente?
El contexto importa
Días antes, Gustavo Bergesio, director de Suban El Volumen, había enviado una carta documento a Rametta por un editorial con agravios personales. Esa acción legal fue transformada al aire en “censura” o “persecución”, como si defenderse fuese atacar.
Pero lo que ocurrió en la radio fue más que eso. Fue la construcción pública de un enemigo común, con el periodismo independiente en el centro. No hubo voluntad de responder argumentos, sino de ridiculizar, simplificar y sembrar sospechas.
Suban El Volumen es un medio digital registrado, con línea editorial pública, autores identificables y presencia constante en la comunidad. No recibimos pauta oficial, no respondemos a partidos, no operamos desde las sombras. Lo que hacemos es informar, cuestionar, investigar.
Ese día en Radio Vibra, se dijo: “Eso no es un medio” y “Cualquiera puede abrir una página”. Esas frases, más que una crítica, son una advertencia: el periodismo es tolerado mientras no moleste. Cuando incomoda, se lo quiere borrar.
No fue una charla. Fue una escena de alineamiento entre poder político y micrófono oficialista. Y lo que estaba en juego no era una figura política ni un portal de noticias: era el derecho a disentir, a publicar, a no ser funcional al poder de turno.
Cuando un funcionario valida un discurso que deslegitima la crítica, y cuando un medio acusa sin pruebas, lo que se erosiona es la calidad del debate democrático. Porque sin periodismo independiente, no hay preguntas incómodas. Y sin preguntas, no hay democracia: hay obediencia.
El periodismo crítico debería generar respuestas, no represalias. Pero en Alta Gracia, la reacción es otra.
Aun así, no vamos a callarnos. No vamos a pedir permiso. No vamos a negociar nuestro derecho a incomodar.
Porque creemos que el derecho a informar, aunque moleste, es el principio que separa la democracia de la obediencia ciega.
No pedimos permiso para hacer periodismo. Y tampoco lo vamos a pedir para seguir haciéndolo.