Ruido y Silencio: General Cabrera Acciona, Alta Gracia Ignora
Mientras General Cabrera, Córdoba, hace temblar el pavimento con medidas inéditas para controlar la contaminación sonora de motos, en Alta Gracia, la indiferencia resuena. Aplastando caños de escape con aplanadoras, un municipio de 15 mil habitantes se alza como un ejemplo de acción, mientras que Alta Gracia parece haberse sumido en un ensordecedor silencio administrativo.
En el pequeño municipio de General Cabrera, la lucha contra el estruendoso rugir de motos adulteradas ha alcanzado un nuevo nivel de radicalidad. Aplastando 41 caños de escape con una aplanadora, las autoridades no solo prohíben, sino que destruyen los elementos que consideran responsables de la contaminación sonora. La medida, impulsada por una ordenanza local, busca poner fin a los reclamos de los vecinos que protestan contra el estruendo de las motocicletas que atraviesan las calles a toda velocidad.
La acción, que se volvió viral gracias a las redes sociales, ha generado tanto elogios como controversias, pero lo que resulta innegable es la determinación de General Cabrera para abordar el problema de manera directa y efectiva. Mientras tanto, según Nancy Ulagnero, jueza de faltas de General Cabrera, en una nota con la FM local La Voz de la Amistad, «Los lunes tenemos filas larguísimas en la puerta de Tránsito, con toda la gente que aparece con el caño original bajo el brazo, pero a veces no se las podemos dar porque no tienen el resto de los papeles. No doy moto sin caño de escape original.»
En Alta Gracia, la última acción registrada de este tipo data de febrero de 2022. Regida por la Ordenanza 7942, que prohíbe y sanciona la circulación de vehículos con escapes libres o modificados, la ciudad parece haberse quedado atrás en la carrera por el silencio. La falta de acciones contundentes desde ese entonces sugiere una apatía preocupante por parte de las autoridades locales. La ordenanza, que debería ser el bastión para combatir los ruidos molestos, se ha convertido más en letra muerta que en un instrumento activo para preservar la tranquilidad de los habitantes.
La escasa frecuencia de controles en la vía pública y en los locales que comercializan o instalan caños de escape no reglamentarios revela una falta de compromiso por parte de las autoridades en Alta Gracia. Mientras los lunes en General Cabrera se viven escenas de propietarios acudiendo con sus caños originales, en Alta Gracia parece reinar una calma apática, donde el ruido sigue perturbando la paz ciudadana sin consecuencias significativas para los infractores.
La disparidad entre General Cabrera y Alta Gracia en la lucha contra la contaminación sonora revela no solo diferentes enfoques, sino una brecha de compromiso y acción. Mientras una ciudad se erige como un ejemplo de determinación para silenciar las calles, la otra parece haberse sumido en un letargo ensordecedor, donde el ruido persiste sin una intervención efectiva. La pregunta que resuena en las calles de Alta Gracia es clara: ¿hasta cuándo el silencio de las autoridades será más ensordecedor que el rugir de los motores infractores?