El jefe de asesores del presidente Javier Milei volvió a quedar en el centro de la polémica. Tras afirmar en un foro internacional que “el problema de Argentina es que está poblada de argentinos”, ahora resurge un tuit anterior en el que responde abiertamente a una pregunta provocadora sobre su identidad. ¿Qué subtexto se esconde en su discurso?
Demian Reidel, jefe del Consejo de Asesores Presidenciales, viene acumulando controversias que lo posicionan como una figura disruptiva, tanto por sus propuestas técnicas como por sus modos. Pero esta semana, una frase suya marcó un punto de inflexión: durante el IEFA Latam Forum, frente a una audiencia internacional de CEOs e inversores, sostuvo que Argentina tiene todo para ser un hub de Inteligencia Artificial, pero lanzó sin rodeos: “El problema con esta área es que está poblada por argentinos. Eso es lo único que hemos arreglado”.
Las redes estallaron, referentes del oficialismo lo desautorizaron públicamente —entre ellos el influyente “Gordo Dan”— y el propio Reidel redobló la apuesta en X (exTwitter), acusando a quienes lo criticaron de ser vagos y poco honestos.
Pero en las últimas horas volvió a circular un tuit que no pasó desapercibido. Publicado el 6 de noviembre de 2024, un usuario le pregunta:
👉 “¿Ruso o judío?”
Y Reidel, sin vueltas, responde: “Judío”.
Aunque la pregunta en sí misma es provocadora y desubicada, el contexto actual le da una nueva capa de lectura a esa respuesta. ¿Podría formar parte de un entramado ideológico más amplio? ¿Estamos frente a la validación de ideas que alguna vez fueron descartadas como meras teorías conspirativas?
¿Una visión tecnocrática que ve a los argentinos como obstáculo?
Reidel no es un improvisado. Con títulos del Instituto Balseiro, la Universidad de Chicago y Harvard, y experiencia en JP Morgan y Goldman Sachs, es uno de los cerebros del gobierno libertario. También es el responsable del “Plan Nuclear Argentino” y uno de los arquitectos del marco legal para inversiones en Inteligencia Artificial. Pero sus últimas declaraciones despiertan sospechas de algo más que errores comunicacionales.
No pocos analistas empiezan a ver un patrón: un discurso que enfatiza que el futuro de Argentina está en manos de una élite técnica, con capital internacional, y que para atraerla hay que “corregir” al pueblo argentino. En esa línea, su afirmación de que “ya lo hemos arreglado” no suena ingenua, sino premeditada.
Y si sumamos sus interacciones en redes, como la confesión sobre su identidad religiosa ante una pregunta que nunca debió haber sido hecha, aparece la sombra de ciertas ideas de dominación cultural, exclusión identitaria y concentración de poder, que hasta hace poco eran tachadas de paranoia o teorías marginales.
La grieta en el oficialismo y los costos de decir lo que se piensa
El cruce de Gordo Dan, vocero digital del ala dura del mileísmo, marcó un límite. En la interna libertaria, cuando Dan ataca, es señal de que alguien está en la cuerda floja. Ya pasó con otros funcionarios. Reidel, con dos «strikes» en su haber, podría estar cerca del final.
Pero el daño ya está hecho. En menos de una semana, el asesor más influyente del presidente logró erosionar la confianza social, ofender a millones de argentinos y dejar al gobierno atrapado entre su retórica antiestatal y la necesidad de legitimidad democrática.
Reidel habló de IA, pero lo que reveló fue un modelo de país que no parece incluir a su propia gente. Y eso ya no es una teoría conspirativa. Es una práctica discursiva, política y cultural en curso.